Una vocación es una llamada especial de Dios. Significa escuchar la voz interior, decidirse, reacionar a ella y dedicar la vida a un camino que merece la pena y es valioso.

Una hermana o una monja es una mujer, que ha recibido una llamada especial de Dios y ha elegido ofrecer (o consagrar) su vida a Dios para el servicio de los demás. Las hermanas y monjas viven los votos de pobreza, castidad y obediencia.

Dios nos habla a través de experiencias muy humanas y normales que tenemos: Dios puede poner en tu corazón un fuerte deseo de servirle y convertirte en religiosa. Puede llevarte a admirar a una hermana o uno de sus apostolados y sentir el deseo de ser como ella y hacer lo que hace por el pueblo de Dios.

Si su carisma y espiritualidad de ésta manera te atraen y te inspiran a servir a Dios. El hecho, de que visites nuestra página web, es una buena señal.

Pero sólo después de conocer a nuestras hermanas, hablar con nuestro equipo de vocaciones sobre tus objetivos y tomar una decisión en profundidad, sabrás si las Hermanas Terciarias serán realmente adecuadas para ti.

En otras palabras, ¡no hay presión! Un buen primer paso sería ponerse en contacto con nuestro equipo vocacional.

Ninguna de nuestras casi 500 hermanas respondería a esta pregunta de la misma manera. Pero todas nuestras hermanas tienen las mismas experiencias. La mayoría diría, que experimentan su vocación como un don de Dios y que una vida de servicio a Dios y a la humanidad, les da mucho sentido y realización.

Puedes empezar diciéndoles lo mucho, que Dios, la Iglesia y el servicio a los demás significan para ti y que quieres explorar, cómo podrías dedicar tu vida a estos principios.

Puedes hablar a tus padres del proceso de discernimiento de tu vocación y de si la vida religiosa será adecuada para ti. No tienes que tomar de inmediato una decisión definitiva, ni convencerles, de que acepten tu decisión. Cuanto más conozcan tus motivos para optar por la vida religiosa, más probabilidades tendrás, de que te apoyen y te animen.

Ponte en contacto con nosotras.

Puedes visitar a las Hermanas, pasar tiempo con ellas, conocer algunos de sus apostolados y participar en campamentos vocacionales o programas de convivencia, organizados por la Congregación, para dar a sus aspirantes la oportunidad de experimentar la vida de las Hermanas.

¡No! La vocación es un camino, no una trampa.

Entrar en un monasterio es el comienzo de un viaje, un proceso de formación, que te prepara, paso a paso, a través de varias etapas de formación, para el compromiso final de por vida con Dios.

Empiezas siendo aspirante, a través de contactos y comunicación.

Sigue el postulantado, un tiempo en la Hermandad, que puede durar de 6 meses a 2 años, luego el Noviciado que dura dos años y termina con la profesión de los votos temporales (llamada primera profesión).

A continuación viene el periodo del juniorado, durante el cual se trabaja en los distintos apostolados y se renueva la profesión cada año.

Después de 5 años o más, cuando sientes que estás en el lugar adecuado, solicitas hacer tu profesión perpetua.

Una vez en la familia religiosa, vivimos según el carisma y la espiritualidad de nuestra congregación.

Convertirse en hermana puede significar renunciar a algunos placeres mundanos y objetivos profesionales, pero no significa que tus talentos e intereses queden sin utilizar o sin realizar.

Tu educación y tus talentos se utilizarán en nuestros ministerios y apostolados y, por supuesto, seguirás teniendo tus aficiones y actividades de ocio.

El principio importante de la vida religiosa es que utilices tus talentos en interés de la Congregación y al servicio de Dios y de los hombres.

Como Hermanas Franciscanas vivimos juntas en paz, amor, alegría y fraternidad en cuidadode unos para otros, que son valores de nuestra identidad franciscana. Nuestra vida comunitaria es muy importante para nosotras. Compartimos la alegría y el sufrimiento unas con otras.

¡No!

Para las Hermanas Terciarias, la respuesta es: ¡Sí! Las hermanas terciarias tienen las puertas abiertas para estas mujeres.

Un día típico de una Hermana Terciaria comienza con la Santa Misa y la oración, de donde sacamos motivación y fuerza para los apostolados en las diversas áreas, que nos han sido confiadas: en el hospital, en la escuela, en el trabajo social y pastoral, trabajando en oficinas, estudiando, cultivando la tierra y criando animales, cocinando y realizando diversas tareas domésticas. La jornada termina de nuevo con la oración.

Durante las dos primeras etapas de la formación, el postulantado y el noviciado, vivirás en una casa de formación. En el juniorado vivirás en una comunidad de hermanas, donde ejercerás tu apostolado. Si es necesario, serás trasladada de una comunidad a otra.

En las primeras etapas de formación en la vida religiosa profundizarás tu vida religiosa a través de estudios de la doctrina cristiana, recibirás también instrucción en la doctrina social de la Iglesia Católica y te familiarizarás con las Constituciones de la comunidad de las hermanas.

Después de hacer los votos (Primera Profesión) profundizarás aún más en tu conocimiento de la vida religiosa y, a criterio de la Congregación, emprenderás nuevos estudios, o -si ya tienes una vocación- seguirás esa vocación.

Te supervisará la formadora que se te asigne.

Dondequiera, que las Hermanas Terciarias estén trabajando actualmente: en Europa, África o América.

¡Se empieza por conocerse!

Ponte en contacto con nosotras y concierta una cita para una visita.

Tras un periodo de reflexión, puedes decidir a entrar donde las Hermanas Terciarias y seguir los pasos mencionados anteriormente.